¡Clonk! ¡Clonk! es el ruido que hacen las llaves de Juan al abrir la puerta de su hogar conyugal. Dos vueltas, como cierra siempre Luisa aunque esté en casa, para que no entren los malos. “Precaución” dice ella, “Paranoia” lo llama Juan.
_ Juan ¿eres tú?_ tiene por costumbre preguntar desde cualquier lugar de la casa Luisa al oír ese ruido irritando así a su esposo pues sólo ellos dos tienen llaves de la casa.
_ No, soy el vándalo que ha robado las llaves y la cartera a Juan y que, al ver la foto de una preciosa mujer en ella, viene a comprobar con sus propios ojos, que no los de otro, si es verdad que existe semejante diosa o es producto de una alucinación_ contesta Juan cambiando la voz.
Luisa se ríe mientras le da vueltas al pisto que está preparando en la cocina. Se seca las manos en el delantal y sale al encuentro de su amado con una enorme sonrisa que queda congelada al ver el animal de compañía que trae su media naranja. La sonrisa ya descongelada da lugar a una mueca de disgusto que rápidamente muda a una cara que exige una explicación.
_ ¿Y eso?
"Eso" hace referencia al enorme perro de porcelana que Juan lleva en sus brazos y que, dando dos pasos más, deposita ante los pies de Luisa.
_ Esto, cariño, es un perro de porcelana. ¿Verdad que es precioso?
_ Ya se que es un perro_ le contesta airada_ lo que quiero decir es ¿qué hace ese perro en nuestra casa? No pretenderás colocarlo en algún rincón, que te veo venir.
_ Cariño, es que como los niños no paran con que quieren un chucho, he pensado que estaría bien comprar éste para ponerlo en el recibidor o en el salón_ le replica Juan con un tono tan dulce que no parece él.
_ ¿Pero tú te crees que los niños son tontos? Ellos lo que quieren es un perro de verdad para jugar con él, no uno de porcelana que no hace nada y que a la mínima se puede romper_ moviendo los brazos cual Sofia Loren en “Matrimonio a la italiana”_ además, eso de que lo has comprado_ hace una pausa mientras inspecciona el objeto_ no me mientas que sabes que me da un coraje…_ mirándole fijamente a los ojos y señalando la pata del ficticio animal_ esto está cascado. ¿No lo habrás cogido de la basura?
Juan evita la mirada con el silencio del que calla otorga. Pero Luisa con una mano en la frente, otra en el pecho y mirando al cielo empieza una verborrea que durará varios minutos.
_ ¡Dios mío! ¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿Por qué este hombre tiene que recoger todo lo que se encuentra?_ gira la cabeza para mirarle a los ojos y exclamar con ira_ ¡Diógenes! ¡que eres un Diógenes! ¡y con cuarenta años!_ vuelve a alzar la vista hacia el techo_ Si esto es así ahora, no quiero pensar cuando sea viejo_ clavando ahora su mirada en él, le amenaza_ igual no estamos ya juntos, hasta que la basura nos separe debía haber dicho el cura aquel maldito día.
Juan sigue cabizbajo. No se atreve a rechistar porque sabe por experiencia que eso enfurecería más a Luisa y se arriesga a dos días de huelga de sentimientos caídos.
_ Escúchame bien Juan porque no te lo voy a repetir más veces_ apuntando con el dedo índice_ o el perro o tú_ desafiante_ pero los dos no cabéis en esta casa.
_ ¿Y si me lo llevo al trabajo?_ titubeando.
_ Por mi te lo puedes llevar donde quieras pero que desaparezca de mi vista ¡Ya!
2 comentarios:
Muy bueno el reciclaje, me estaba imaginando la situación y no podía parar de reir. Ji Ji ji
Gracias Isa. Veo que me ha salido una fan.
Yo tampoco me creo lo de Micah...
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